San Antonio


Nació en Portugal en el año 1195. Se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo pero lo cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores. El apellido por el que lo conoce el mundo, lo obtuvo de la ciudad italiana de Padua, donde predico y murió el 13 de junio de 1231. Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado y ahí hay una basílica donde se veneran sus restos mortales.

Se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. 

A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados. 

Con su discurso las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores.

Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos, para pedir un buen esposo/a y ayuda en misiones que parecen imposibles.  Es verdaderamente extraordinaria su intercesión.



"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree"
San Antonio